El consumo de drogas sintéticas se ha convertido en una de las mayores amenazas para la salud pública global. Con un crecimiento alarmante en su producción, variedad y potencia, estas sustancias -desde opioides como el fentanilo hasta nuevas drogas psicoactivas como las catinonas- se expanden a gran velocidad y con consecuencias devastadoras.

“El impacto en la salud, la seguridad y la estructura social es profundo”, advierte Francisco Dadic, director de Toxicología de la Fundación Iberoamericana de Salud Pública (FISP).

Según datos recientes, en 2019, unas 27 millones de personas consumieron estimulantes de tipo anfetamínico, lo que equivale a una de cada 200 personas en el mundo. Solo ese mismo año, 20 millones consumieron éxtasis. 

La producción de estas drogas también ha aumentado significativamente: más del 95% de los laboratorios descubiertos entre 2015 y 2019 dedicados a estimulantes de tipo anfetamínico fabricaban metanfetamina, una droga extremadamente potente y adictiva.

El mercado ilegal se ha visto modificado por una notable disminución de precios y una mayor disponibilidad, factores que han hecho que las drogas sintéticas sean más accesibles para la juventud, un grupo especialmente vulnerable. Esta accesibilidad, junto con el avance tecnológico, ha generado un aumento exponencial en la diversidad de sustancias: el número de nuevas sustancias psicoactivas conocidas se ha sextuplicado desde 2009 y, en 2020, se registraron 1.047 sustancias únicas. Además, cada año surgen más de 500 nuevas drogas sintéticas, desafiando la capacidad de regulación y respuesta de los gobiernos y sistemas de salud.

Por qué este fenómeno afecta

- Mayor accesibilidad: el precio de estas sustancias ha bajado notablemente, mientras que su potencia se ha duplicado en muchos casos, como ocurre con los comprimidos de éxtasis actuales.

- Evolución química constante: la fórmula de muchas drogas cambia con rapidez para eludir los controles legales, dificultando su detección y tratamiento médico.

- Aumento de sobredosis: la falta de información y el uso de sustancias más concentradas elevan el riesgo de efectos adversos graves, incluso mortales.

- La facilidad con la que estas drogas circulan entre jóvenes, especialmente a través de redes sociales o eventos masivos, pone en alerta a especialistas y autoridades sanitarias.

¿Qué podemos hacer?

Frente a esta amenaza global, los expertos llaman a actuar de forma conjunta. Algunas acciones clave:

- Informarse y educar: compartir información clara sobre los riesgos del consumo, especialmente entre adolescentes y jóvenes.

- Capacitar profesionales: médicos, personal de emergencias y fuerzas de seguridad deben estar preparados para identificar y tratar intoxicaciones.

- Apoyar políticas basadas en evidencia: es crucial impulsar leyes y programas eficaces de prevención, tratamiento y reinserción.

- Promover la cooperación internacional: la lucha contra la producción y el tráfico de estas drogas debe ser coordinada entre países.

- Brindar contención y tratamiento: acompañar a quienes atraviesan problemas de consumo y a sus familias con recursos accesibles y empáticos.

La expansión de las drogas sintéticas es rápida, compleja y letal. No se trata solo de un problema de salud, sino de un fenómeno que atraviesa lo social, lo económico y lo cultural. Como señala Dadic, quien es médico y profesor Universidada de Buenos Aires (UBA), “no alcanza con perseguir el síntoma: es necesario abordar las causas estructurales del consumo problemático y construir una política pública integral”.